Si algo sabemos con certeza que acompaña al regocijo de dar la bienvenida a un recién nacido es que su periodo vital tiene fecha de caducidad desde el momento de su nacimiento. El propio surgimiento de la vida dispara un reloj biológico que empieza a descontar los días que de ella nos quedan; es natural, no somos inmortales.
Lo mismo sucede cuando encontramos un yacimiento paleontológico. Su hallazgo en superficie implica la actuación de procesos tectónicos (que lo han elevado desde su emplazamiento original) y/o de procesos de erosión (que desmantelan su cobertera hasta llegar a la profundidad en la que se cobijaba). Los fósiles se han conservado durante una gran cantidad de millones de años en unas condiciones que son completamente diferentes de las que experimentan cuando se eliminan las capas que los cubrían y cambian completamente sus parámetros de presión, temperatura, humedad, insolación, etc.
Cuando un yacimiento proporciona cualquier tipo de fósiles muebles (como, por ejemplo, huesos de dinosaurios), una medida inmediata para prevenir su deterioro consiste en llevarlos al laboratorio y aplicarles tratamientos de conservación. El asunto se complica en el caso de las pisadas. Es verdad que muchas icnitas están en museos; incluso que la propuesta de conservación de la información paleontológica de algunos de sus yacimientos consiste, precisamente, en llevarse las icnitas de su entorno natural.
Pero cuando el yacimiento tiene una cierta extensión surge a menudo un debate de difícil resolución (una vez descartada la posibilidad del traslado): su exposición a la intemperie compromete su conservación, de tal modo que a veces se cubre con sedimentos para protegerlo de las inclemencias atmosféricas. Sin embargo, los yacimientos que están al aire libre y pueden resultar afectados por la meteorización sirven, por el contrario, para su utilización por investigadores y para su disfrute turístico. Ahora bien, si ese es el propósito y el lugar es interesante, resulta preciso dotarlo de unas mínimas estructuras de protección e interpretación.
Miembros de Ngorongoro Conservation Area Authority visitan en Teruel un yacimiento de icnitas de dinosaurios con medidas de protección e interpretación acometidas por el Gobierno de Aragón. / Fundación Dinópolis.
Generalmente, las pisadas de dinosaurios suelen repetirse a lo largo de ciertas formaciones geológicas, por lo que dan opciones para intervenir en unos lugares (ya sea por su valor científico, su interés educativo y/o turístico o su necesidad de conservación), cubrir otros yacimientos y, como no se puede llegar a todo, dejar que las menos relevantes sigan el ciclo natural de reciclaje de sus componentes. De hecho, cualquier medida de conservación solo distanciará en el tiempo el momento de su inevitable final.
¿Qué sucede cuando solo disponemos de un afloramiento con icnitas muy importantes? Este es el debate que actualmente sacude a las autoridades tanzanas con referencia a uno de los yacimientos de fósiles más emblemáticos del planeta: los primeros pasos de la humanidad impresos hace 3,6 millones de años en cenizas volcánicas de Laetoli.
El Director General de los Museos Nacionales de Tanzania supervisa el estado del yacimiento de huellas de homínidos de Laetoli. / Luis Alcalá.
El yacimiento está protegido por diversas normas internacionales y, además, se encuentra físicamente sellado bajo un mausoleo de bloques de roca basáltica. Se supone que tal cobertera protege las huellas, aunque nadie sabe qué les puede estar pasando si no hay ningún medio -ni siquiera visual- para controlarlas. Por otra parte, las autoridades tanzanas desean que las huellas se conviertan en otro de los recursos turísticos del país y para ello están valorando la construcción de algún tipo de instalación que las proteja, una vez descubiertas, así como la creación de un proyecto de geoparque que pueda integrarse en la Red Global de Geoparques. Pero, como es lógico, no desean que se deterioren así que, antes de tomar una decisión acerca de cómo gestionar tan delicadísimo patrimonio, una delegación de cuatro representantes del área de conservación del Ngorongoro -donde se ubica Laetoli-, encabezada por el Director de la División de Antigüedades y por un miembro del parlamento de Tanzania, han decidido visitar un geoparque español con icnitas de vertebrados y que tuviera experiencia en su conservación. Pretenden con tal visita disponer, salvando las distancias que imponen los distintos tipos de rocas y de climas en ambos casos, de un mayor número de elementos a la hora de seleccionar la mejor opción posible. ¿Cubrir o destapar?
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