Cuando supo que tenía cáncer, Steve Jobs se puso en contacto con Walter Isaacson para que escribiera sobre él una biografía del estilo de las que había dedicado a Einstein y Benjamin Franklin. El periodista desconocía el motivo oculto de Jobs y le dio largas, pero acabó cayendo en la trampa de su encanto personal. Sea como fuere, el fundador de Apple, alguien que amaba los libros más incluso que el sushi, según propia confesión, no se sentó nunca, que sepamos, a escribir personalmente la historia de su vida.
Ahora que Jobs cumpliría 60 años (pasado mañana), lo más cercano a escuchar su auténtica voz es acudir a las entrevistas que concedió, y tres de las mejores y más extensas están ahora al alcance del lector español gracias al volumen, titulado Un revolucionario silencioso, que publica Confluencias Editorial en su colección Conversaciones, desde la que ya han hablado personalidades como Kurosawa, Monet, Chaplin y Octavio Paz, entre otros.
La primera entrevista que recoge el volumen tiene lugar en 1985, cuando Apple acaba de lanzar el Macintosh y el mundo "ha sobrevivido" a la pesadilla orwelliana de 1984. Finalmente «los ordenadores no dominaron el mundo", le dice David Sheff, de Playboy, a un Jobs que, aunque hoy nos resulte extraño, se ve obligado a cantar las alabanzas de una máquina cuya principal virtud es ejecutar instrucciones a tal velocidad que los resultados parecen cosa de magia.
La utilidad de las computadoras estaba clara en el ámbito de las empresas, incluso en los centros de enseñanza, donde Apple fue la primera compañía en introducirse llevada por el especial interés de Jobs en la cuestión. Pero el fundador tenía otro objetivo en mente: vender ordenadores a particulares, es decir, "transformarlo en un electrodoméstico" que llegue "a 10 millones de personas", pronóstico que revela que ni un visionario es consciente a veces de las dimensiones que puede alcanzar su invento.
Jobs sí barrunta que en el futuro se producirá "quizá la fusión del teléfono y el ordenador portátil", de modo que el iPhone era ya algo que intuía a mediados de los 80. También sabe que la generalización del ordenador en los hogares estará relacionada estrechamente "con una red nacional de comunicaciones por Internet", por entonces sólo "el principio de lo que será un avance verdaderamente notable para la mayoría de la gente, tan destacable como el teléfono", explica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario