Cuando hablamos coloquialmente de la extinción de los dinosaurios no es raro que comenteno ya que las aves sean descendientes de los dinosaurios, sino que son verdaderos dinosaurios. En consecuencia, para hablar con propiedad tendríamos que referirnos siempre a los dinosaurios "típicos" como dinosaurios no avianos, mientras que las aves deberían ser presentadas como dinosaurios avianos. Al igual que la moda de repetir el género masculino y femenino en las frases políticamente correctas, la búsqueda de la precisión en este asunto nos conduce a un engorroso trabalenguas lingüístico.
Las aves pertenecen al grupo de los dinosaurios terópodos, en el que se experimentó una de las transiciones más singulares de la historia de los vertebrados: a partir de dinosaurios bípedos carnívoros, tras una formidable reducción de la talla y mediante el desarrollo evolutivo de plumas y las alas, surgieron las aves. Concretamente, las aves se encuadran en un grupo de terópodos llamado Coelurosauria. Los celurosaurios reúnen a dinosaurios muy populares: Tyrannosaurus (¡cómo no!), Velociraptor o Archaeopteryx y casi todos los celurosaurios del Mesozoico (nada menos que 150 especies) acaban de ser escrutados con todo detalle por un equipo dirigido por Stephen Brusatte (Universidad de Edimburgo) que ha analizado 853 características anatómicas -casi el doble de las utilizadas previamente- para establecer sus relaciones de parentesco.
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