Hace casi 70 años, el científico P.R Wallace predijo que el grafito, material del que están hechas las puntas de los lápices, albergaba un secreto en su interior. Aún no lo habían bautizado, pero él teorizó la existencia de unas capas apiladas hechas de átomos de carbono, que serían de gran interés como material del futuro. Se refería a lo que hoy conocemos como grafeno.
La visión de Wallace no se hizo realidad hasta que Andre Geim y Konstantin Novoselov lo obtuvieron de manera real hace diez años, un hallazgo por el que ganaron el premio Nobel. Para lograrlo, utilizaron el método de la exfoliación del grafito pirolítico, que consistía en quitar capas con una cinta adhesiva. Algo tan sencillo y complicado a la vez que podía perfectamente salir en cualquier programa de Bricomanía, como el que se presenta en este primer capítulo del big van theory. http://www.elmundo.es/ciencia/2015/04/17/552fa744e2704e200c8b4576.html
Eso tan simple se convirtió en el material más famoso estos últimos tiempos. Y su fama es debida a sus extraordinarias propiedades porque un material del grosor de un átomo, algo que a priori podría parecer muy frágil y de poca utilidad, tiene unas propiedades más propias de un material con superpoderes que de algo tangible y real. Es más duro que el diamante, pero a la vez es flexible, conduce la electricidad y el calor mejor que el cobre y es cien veces más fuerte que el acero, lo que da lugar a infinidad de aplicaciones (pantallas de móvil, transistores, baterías eléctricas...).
Por ello, el mundo científico se está revolucionando para estudiar si esas aplicaciones se pueden llegar a hacer realidad en prototipos y en productos que lleguen al mercado. ¿Pero será realmente el grafeno la revolución del siglo XXI? Y tú, ¿para qué lo usarías?
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