La emisión acelerada de CO2 nos está llevando hacia un clima africano en España. De hecho, ya tenemos hongos endémicos de África en nuestras tierras, plantas y reptiles africanos, de momento en Andalucía, en unos años, por toda la Península. España siempre tuvo un clima continental extremado, con lluvias intensas pero infrecuentes y larguísimos periodos de sequía.
Este esquema se está intensificando ahora, incluyendo un invierno reducido de diciembre a febrero, con la primavera adelantada y el otoño (con flores en las plantas) extendiéndose hasta diciembre, en los últimos 5 años.
Cuando llueve, se inundan pueblos y ciudades que luego quedan secos durante meses. Las lluvias torrenciales no sirven para almacenar agua, pues no permean hacia los acuíferos y, con unas laderas deforestadas y secas, esas lluvias lanzan el agua superficialmente hacia los cauces y con embalses que rebosan, hacia el mar.
El clima, en las regiones de latitudes medias, depende fuertemente del arrastre de las masas de aire que generan los vientos entre 6.000 y 10.000 metros de altura. Estos vientos, entre las latitudes, otrora, de 35 y 65 grados, se intensifican en la zona de máximo gradiente en latitud de la temperatura del aire, es decir, alrededor de las latitudes en las cuales el aire se enfría más deprisa al avanzar de sur a norte. Esas latitudes solían ser las de Gibraltar en invierno, y las del Cantábrico en verano.
Los vientos intensos forman un ''chorro'' de aire, la corriente en chorro polar.
Si esa corriente va deprisa y esto depende de la diferencia de temperaturas entre ecuador y Polo, la corriente no hace casi meandros y arrastra aire siempre templado en invierno del Atlántico sobre España. Llovía entre el Pilar y el primero de mayo, con un intervalo seco en enero (con la corriente sober Gibraltar) cuando el cielo estaba claro sin vapor de agua, y la luna de enero era de lo mas bello que se imaginaba en los cantares populares.
Hace 50 años, y los 1.000 años anteriores, el Polo Norte había estado bastante frío, mientras que las regiones intertropicales no varían sus temperaturas a lo largo de los siglos, aunque a veces lo hacen a lo largo de millones de años. La diferencia de temperaturas entre unos paralelos y otros variaba al máximo en las dos latitudes que he señalado. Como corresponde a unas diferencias considerables de temperatura, las corrientes eran intensas y, sobre un mapa, rectilíneas, sobre el Globo, en circunferencias paralelas al Ecuador, por lo general.
Pero en los últimos 50 años el Polo Norte ha aumentado su temperatura y lo ha hecho de manera cada vez más rápida.
Ambos fenómenos tienen explicación sencilla: Desde que quemamos masivamente carbón (1780) y petróleo (1890) y gas natural (a partir de 1970) emitimos CO2 al doble de velocidad de la capacidad de las aguas de los océanos para capturarlo, transmitirlo hacia el fondo y formar con él carbonatos.
Cuando quemábamos madera, incluso para hacer carbón vegetal para la siderurgia, el CO2 liberado era de nuevo capturado por el árbol que crecía en el lugar donde había estado aquel que habíamos cortado para quemarlo: Se mantenía un equilibrio de CO2.
Pero el carbón mineral, el petróleo y el gas son madera, animalillos, y vegetales muertos hace 300 millones de años, y lo que quemamos no se reemplaza ahora, se acumula en la atmósfera lo que no se absorbe por el mar.
El planeta Venus tiene una temperatura de 460ºC, mucho mayor de lo que corresponde a su distancia al Sol. Su atmósfera es altamente concentrada en CO2. La Luna, a la misma distancia del Sol que la Tierra, esta helada: Le falta CO2.
Los rayos del Sol atraviesan sin interaccionar las moléculas de oxígeno, nitrógeno, agua y CO2, pero la radiación infrarroja de la superficie calentada de la Tierra, calentada por esos rayos de la luz visible del Sol, son capturados en parte por las moléculas de vapor de agua, principalmente, y de CO2 de la atmósfera, y devuelta a la superficie.
La cantidad de vapor de agua en la atmósfera es siempre la misma: Más vapor, mas lluvia, menos vapor, menos lluvia, pero la concentración se mantiene. No así la de CO2, que puede aumentar desde 150 partes por millón a 2.000 partes por millón (ppm) en la atmósfera a lo largo del correr de los milenios y de los eones.
Los registros geológicos nos indican que la temperatura media del planeta es alta cuando hay mucho CO2, y baja cuando hay poco en la atmósfera. Las teorías químicas y físicas indican que debe de ser así.
Nunca en la historia de la Tierra se ha producido un aumento de la concentración de CO2 tan intenso y sobre todo tan rápido en su atmósfera: de 280 ppm en 1880 a 400 ppm en esta semana pasada. Un incremento de 220 ppm en 130 años.
No tenemos registros en la Tierra de una subida de esta rapidez en el tiempo.

Este aumento de la concentración de CO2 ha hecho subir la temperatura del Polo Norte en unos 6 ºC en los últimos 40 años, y disminuir en verano la superficie de hielo casi a la mitad.
Con menos superficie de hielo en verano, el suelo acumula el calor de un año para otro: La temperatura del suelo polar aumenta.
Y al haber menos hielo, el planeta refleja menos radiación luminosa en verano: Contribuye a un aumento acelerado de la temperatura media del planeta.
Un polo más caliente fuerza las zonas de máximo gradiente de la temperatura del aire entre el ecuador y el Polo Norte en dirección de las latitudes crecientes. El chorro polar que estaba sobre Gibraltar (mas o menos ) en invierno, ahora está en la latitud de Cáceres, Albacete, Valencia. Y en verano se desplaza, con el Polo Norte muy caliente, hasta casi el sur de Inglaterra.
Una diferencia menor de temperatura entre el ecuador y el Polo Norte genera un chorro mucho menos intenso. Una corriente fluida no muy intensa hace meandros, y estos son tanto mayores cuanto mas débil es la corriente.
Meandros fuertes implican, en España, semanas de temperaturas de 20ºC en invierno, seguidas de una semana de 0ºC, seguida de otra de 18ºC. Implican, en España, grandes sequías interrumpidas por lluvias torrenciales.